En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… quese evitó”
En esta campaña quedaron señalados para siempre los días
de los defensores de Tifaruín, ocho días en los que la gloria eclipsó a la
tragedia.
Presentación.
A lo largo de las Campañas de Marruecos y
durante los dieciocho años de duración de éstas han sido numerosos los sucesos
bélicos, enfrentamientos entre indígenas celosos en mantener la identidad de su
pueblo y las fuerzas hispanas encargadas de la ocupación del territorio del
Norte de Marruecos para la efectiva implantación del Protectorado de acuerdo a
compromisos internacionales adquiridos por el Estado Español.
Muchos hechos de armas resuenan aún en la memoria
colectiva de españoles y marroquíes. Choques armados donde se pusieron en
evidencia tanto lo mejor como lo peor que anida dentro de cada hombre. Y junto
a las conocidas gestas o descalabros del Barranco del Lobo, Taxdirt, Annual,
Monte Arruit, Tizzi Assa y Desembarco de Alhucemas, figuran innumerables
acciones a veces menos conocidas por el gran público; y que sin embargo
supusieron verdaderos jalones en la trágica historia de las Campañas de
Marruecos. Entre éstos últimos combates y localizados en la Zona bajo control
de la Circunscripción Militar de Melilla podemos mencionar los que tuvieron
lugar durante los años 1923 y 1924 en torno a Tifaruín, Sidi Mesaud y Afrau,
unas posiciones españolas que sufrieron una fuerte presión rifeña e incluso
asedio y dieron lugar a auténticas demostraciones de valor, abnegación y
sacrificio.
Tras la derrota de Annual, el aparato militar español se
recompondría y a pesar de tener en su contra a la opinión pública española y un
adversario rifeño envalentonado, lograría en poco tiempo ocupar nuevamente el
territorio perdido en 1921.
En este trabajo, resumido para la Prensa, José Antonio Cano Martín, su autor, tras una ardua labor de investigación y de forma amena nos introduce en un momento histórico decisivo en el devenir de la acción militar española en el Rif.
Cuando el pueblo español dudaba entre seguir derrochando sangre y
dinero en Marruecos, o abandonar la aventura colonial. El líder rifeño
Abdelkrim ordenaría la realización de continuos hostigamientos y cercos sobre
las posiciones de la primera línea española en su Zona Oriental: Tifaruín, Sidi
Mesaud y Afrau, donde gracias al empeño de sus guarniciones y columnas de apoyo
se evitarían nuevos holocaustos de características similares al que provocó la
rota en 1921 de las fuerzas de la Circunscripción de Melilla.
Vertebrado este monográfico en once capítulos con
numerosas ilustraciones y por tener como fuente principal las informaciones que
a diario ofrecían las páginas del periódico melillense “El Telegrama del Rif”,
es viva la visión que se nos aporta de los sucesos desarrollados en torno a los
años 1923 y 1924. Un aspecto que viene a enriquecer mucho más este trabajo y
nos lleva a sentir la actualidad del momento.
Juan Díez Sánchez Como llegar a la antigua posición militar de Tifaruin.
Para llegar a Tifaruin podemos seguir principalmente dos rutas. Una de ellas es
llegar a Sammar, por el zoko el Had de Beni Sicar, cruzar el río Kert casi en
su desembocadura, coger dirección a Kebdani y posteriormente hacia Afrau. Desde
ésta seguir camino hacia el Sur para llegar a Tifisuin y Tifaruin. La parte
final de este trazado, es decir, a partir del río Kert, es pista y está en muy
mal estado, y además casi cortada en algunos tramos. Por decisión unánime de
todos los expedicionarios decidimos no hacerla.
La otra ruta es rodeando el macizo del Gurugú, es decir,
a través de Nador, Segangan, llegar al cruce de Kandusi, girar a la derecha y
alcanzar Dar Kebdani. Al llegar a este poblado giramos hacia la izquierda con
dirección a Ben Tieb. Unos kilómetros antes de llegar a este punto nos
desviamos hacia la derecha y pasamos junto a la antigua posición militar
española de Asdir Asug. Hasta este punto la carretera es asfalto en buen
estado. A partir de aquí hay que transitar por pistas, pasando cerca del morabo
de Sidi Mesaud, hasta llegar a la posición militar del mismo nombre. Después
hay que coger la definitiva pista, que pasando por Farha y Loma Pelada nos
lleva a la antigua posición militar de Tifaruin, motivo de la visita. La
segunda ruta propuesta es la que se acepta, porque es la que se adapta mejor a
nuestro objetivo, aunque de recorrido más largo, tanto la carretera como las
pistas están en mejor estado.
Como es normal en este tipo de visitas, nos concentramos
muy de mañana, para salir en las primeras horas del día, ya que el recorrido a
seguir es bastante largo y duro. Participamos doce personas con tres vehículos
todo terreno, imprescindibles en este tipo de rutas.
Aunque el objetivo de la salida es bien definido antes de
partir, eso no cambia, que al pasar por los lugares del trayecto, Nador,
Segangan, Fortín del Kert, Kandusi, Cuesta de la Muerte, Dar Kebdani, Tuguntz,
Afarún, etc. nos vengan recuerdos de otras excursiones realizadas con otros
fines.
En Sidi Mesaud aún se conservan en perfecto estado los
caminos cubiertos para llegar a la posición principal. También nos detenemos en
el Aljibe que hay junto al morabo, lugar donde murió el teniente Valverde.
Después visitamos la posición de Farha. Es impresionante el paisaje que se
divisa desde este lugar. Se divisa desde Tensaman, al Oeste, hasta Afrau, en la
costa.
Este recorrido se nos hace corto, pero estamos deseando
llegar a Tifaruin, objeto de la salida. Llegamos a Tifaruin a las diez de la
mañana y rápidamente empezamos a la exploración de todo el recinto y
alrededores.
Un viejo del lugar nos recuerda constantemente el nombre
“Hervás”. Nosotros no sabemos lo que quiere decir. Pero nos damos cuenta de que
nos está hablando del capitán de Regulares Joaquín Sánchez Hervás, muerto en el
socorro a Tifaruin…
LA EFÍMERA REPÚBLICA DEL RIF
El Amalato del Rif. Ataques a la posición de Tizzi Assa.
Ocupación de Sidi Mesaud y Afrau. Desde que se inició la reconquista tras el
desastre de Annual, y a lo largo del año 1922, el ejército había llegado a una
apoteosis de entusiasmo. Había buen humor, reflejo indudable de una alta moral
y de una confianza absoluta en la victoria.
Mientras la guerra seguía su curso, sobre la panorámica
del campo de batalla a veces la política hacía su inesperada aparición, que intentaba a cada instante
tomar la iniciativa. El 3 de enero de 1923 cesó como Alto Comisario el general
Ricardo Burguete y el Gobierno designó al Sr. Villanueva para sustituirle. Casi
un mes después fue nombrado el Sr. Silvela, que se encontró en Marruecos dos
problemas bien distintos: «La rebeldía de Abd el Krim, con la presión enconada
en el saliente de Tizzi Assa, en la Zona Oriental, y el pacto con el Raisuni,
en la Occidental».
El general Burguete había sentado las bases para una
acción política que, a su juicio, había de complementarse con la acción
militar. Frente a la pretensión de Abd el Krim de hacer del Rif una República
independiente, el general Ricardo Burguete concibió la idea de poner esta
región bajo el acatamiento del Sultán con la tutela y protección de España.
Sometido el plan a un detallado estudio por ambas partes, el 16 de abril se
llegó a la entrevista del general Castro Girona con los representantes del cabecilla
Abd el Krim. La entrevista se celebró frente a Alhucemas, en una gasolinera del
crucero Reina Regente; el general Castro Girona estaba acompañado del
intérprete Cerdeira, y como representantes de Abd el Krim figuraban siete
musulmanes, destacando entre ellos Sid Hammir, Sid Mohamed, Sid Ahmed, Sid
Mohamed Buyibar y Sid Ahmed Buira, quienes reiteraron en una actitud de
intransigencia la petición de que el Rif fuera independiente.
De acuerdo con la pretensión de España, el 10 de mayo de
1923 se promulgó un Dahir estableciendo el Amalato del Rif y por otro de la
misma fecha se nombró a la persona que había de desempeñar dicho cargo. El
texto de ambos decretos reflejaba la importancia de esta decisión y el golpe
mortal que su desarrollo asestaba a la rebeldía. El decreto estableciendo el
Amalato del Rif echaba por tierra las incongruentes pretensiones de la
independencia soñada por Abd el Krim y dejaba clara la voluntad de España en cuanto
el sometimiento de la rebelde región, no sólo para evitar la anarquía reinante, sino también para dar unidad al
establecimiento del Protectorado y consistencia al Majzen Central. Hay que
tener presente que el territorio del Protectorado que se le asignó a España,
era denominado Blas el Siba (‘nunca sometido al Sultán’).
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó” (II)
Capítulo I (2ª parte)
Como hemos visto anteriormente el mismo día en que se
estableció el Amalato se promulgó otro decreto nombrando a la persona que había
de desempeñar este cargo, erizado de dificultades, dadas las especiales
circunstancias del momento. Este recayó en Sidi El Hach Dris Ben Abdeselam el
Tensamani Er Riffi. El nuevo Amel era oriundo de Tensaman, de donde eran sus
abuelos; nació en Fez y allí pasó sus primeros años en la Corte de los
sultanes.
El Riffi pues, se educó en un ambiente de política.
Después pasó a gobernador de Arcila. Fue
después auxiliar del Raisuni, llegando a ser su hombre de confianza, por su
criterio y su seguridad política. Su abuelo nació en la fracción de Mazqueim
(Tensaman) y fue llamado por el Sultán Muley Solimán, quien le dio el mando de
las fuerzas del Majzén en el Rif. Muerto su abuelo, le sucedió su hijo o sea el
padre de Sidi Dris el Riffi, que conservó igual cargo durante treinta años.
Sidi El Hach Dris Ben Abdeselam er Riffi comenzó a
desempeñar el cargo de secretario del Jalifa de Fez, dándosele después, al
aparecer el Roghi, el mando de una Mehalla de kábilas de Fez para combatirlo.
Más tarde y por Dahir de Abdelazís, fue nombrado Jalifa de la Harca formada
para combatir al Roghi, que después de cinco años de guerra se vió obligado a
entrar en el Rif. De esta Harca formaba parte mucha gente de Farhana.
Dris er Riffi, desde Uxda y después de ocupado por los
franceses, vino con su Harca a Quebdana y allí permaneció. Años después
combatió con las Harcas del Raisuni y por su política atrajo todas las kábilas
de Arcila y estableció de una manera sólida el protectorado español.
Er Riffi, regresó a Arcila, fue “Bajá” interviniendo en
política, y para volver a cambiar los nortes de la política con relación al
Raisuni, se le envió de Amel del Rif. Hombre de acción y de un consolidado
prestigio entre los musulmanes, el nuevo Amel del Rif tomó inmediatamente
posesión de su cargo. Estableció la capitalidad en la provincia de Tafersit y
desde su cargo inició una acertada labor política que favorecía en primer lugar
a los marroquíes y coincidía a la vez con las proposiciones de España. Como es
natural, tuvo sus enemigos y detractores, siendo el mayor de todos ellos el
cabecilla rifeño Abd el Krim, que temió por el prestigio entre sus propios
seguidores. Todo hacía suponer una reacción por parte de éste, que no se hizo
esperar mucho.
Cuando en los primeros días de junio del año 1923, el
general Severiano Martínez Anido se hizo cargo de la Comandancia General de
Melilla, elevó dos proyectos para terminar definitivamente con Abd el Krim: Uno
era el desembarco en Alhucemas y otro el atacar allí mismo por tierra.
La inacción y la actitud defensiva tan prolongada en el
campo de batalla dañaba la moral del Ejército de campaña, envalentonando al
enemigo con los éxitos conseguidos en los ataques a convoyes y aguadas. El
general Martínez Anido se vio precisado a dimitir ante la actitud del Gobierno
español de no querer modificar el plan de inactividad que se había impuesto.
Para sustituirle en la Comandancia General de Melilla fue designado el general
de división Enrique Marzo Balaguer, que tomó el mando el 26 de agosto de este
mismo año.
Repuesto Abd el Krim del fracaso de Tizzi Assa, en junio,
intentó tomar de nuevo la iniciativa. Quiso aprovechar la indecisión de España
y apuntarse tantos para su prestigio político que se le iba escapando de las
manos en el Rif. Su primera actitud bélica la centró en un ataque a la línea
establecida por las vanguardias españolas entre las posiciones de Farha (917 m.
de altitud) y Afrau. Concentró toda clase de medios y todos los efectivos de
que disponía y señaló como principal objetivo de sus harcas la conquista de la
pequeña y solitaria posición de Tifaruín, a la que defendían escasos efectivos
del Ejército, y que fue establecida el domingo 20 de mayo de este mismo año.
Pero repasemos los hechos acontecidos anteriormente.
Comienza el mes de noviembre de 1922 con poca fortuna para nuestras tropas de
la zona Oriental. Al efectuarse el día 1 una pequeña rectificación de la línea
de enlace entre las posiciones últimamente conquistadas en el collado de Tizzi
Assa, y establecerse otra con la denominación de Benítez, un grupo numeroso de
beniurriagueles, a cubierto de las asperezas del terreno, llegó hasta la línea
de vanguardia, hostilizando a las fuerzas de Ingenieros encargadas de los
trabajos de fortificación. Más tarde, cuando las fuerzas se habían retirado a
sus campamentos, fue atacada la posición de Tizzi Assa, y con mayor intensidad
la avanzadilla de Tizzi Alma. Nuestras bajas pasaron de un centenar.
Prosiguiendo el plan de operaciones establecido, que
consistía en asegurar las posiciones de vanguardia, en la madrugada del lunes 6
del citado mes y desde Dar Mizzian avanzaron sin ningún contratiempo hasta Sidi
Mesaud (890 m. de altitud) e Izumar (904 m.), en la cábila de Beni Said, las
cuales se ocuparon sin resistencia por fuerzas de la Policía Indígena y las
harcas amigas de Amar Uchen y Abd el Kader pertenecientes a Beni Said y Guelaya
respectivamente, apoderándose de estos objetivos sobre las siete de la mañana.
Al día siguiente salieron del campamento de Dar el Quebdani, la Columna que
había de hacerse cargo de las recuperadas posiciones, compuesta de la 4ª
Bandera del Tercio, del Batallón de Guipúzcoa, del Grupo de Zapadores de la
Comandancia de Melilla, ambulancias expedicionarias y del convoy de víveres y
municiones.
Inmediatamente dan comienzo los trabajos de la nueva
línea telefónica a la posición de Isummar, desde Kadia. Así mismo la pista a
Sidi Mesaud fue iniciada el mes siguiente desde Dar Quebdani.
También y durante la jornada del 7, sin tener novedad,
otras Fuerzas de la Policía y harca del caid Amar Uchen entraban a las nueve de
la mañana en la antigua posición y avanzadilla de Afrau. En esta posición
costera se estableció una base con víveres, agua, municiones y guarnición
suficiente para todos los servicios, con miras a bastarse por sí misma sin el
auxilio de la Escuadra en caso de mal tiempo y por muy desfavorable que fueran
las circunstancias. La avanzadilla de Afrau, llamada de Sidi Alí, se convirtió
en posición, por sus excelentes condiciones estratégicas, siendo el capitán de
Ingenieros, Sr. López López, el encargado de planificar las obras de defensa de
ambas posiciones.
El enemigo no cejó en su hostilidad de atacar con más o
menos intensidad nuestra línea de enlace, cuyos actos ocasionaban un malestar y
una preocupación constante en las esferas políticas, agravadas al tener el
Gobierno conocimiento oficial de las bajas sufridas en la operación del 5 de
junio, en Tizzi Assa.
Agresiones en el frente, principalmente en la zona de
Afrau y sector de Tizzi Assa. Pero hagamos un poco de historia. Como
consecuencia de los hechos relatados anteriormente, el Gabinete Sánchez Guerra,
acordó la suspensión completa de las operaciones militares proyectadas y que
habíanse de realizar en el territorio melillense, lo que probablemente indujo
al enemigo advertido de la pasividad, para poner en juego todos los elementos a
su alcance tratando de entorpecer la gestión política de atracción y, aprovechando
las ocasiones a él favorables, para hostilizar los puestos avanzados de las
cábilas de Beni Ulixek, Beni Said y Tafersit. La decisión gubernamental de
suspender toda acción militar por lo ocurrido en Tizzi Assa, no podía menos de
colocar al general Burguete en una situación embarazosa y difícil al frente de
la Alta Comisaría, en la que muy pronto había de ser sustituido. Los meses
finales del año 1922 se caracterizaron por una paralización en las columnas de
operaciones.
Se acusó la presencia en la mañana del 23 de noviembre,
en las inmediaciones del Zoco el Sebt de Beni Ulixek, de una harca cuyo número
se hacía ascender hasta 1.800 rebeldes, que sobre el mediodía, se decidió a
atacar la posición y avanzadilla de Afrau. Aunque en ayuda de la guarnición
acudieron rápidamente la Aviación y los barcos de guerra situados en aguas del
Mediterráneo, no pudo evitarse por la rapidez en que se desarrolló que aquella
masa enemiga rodeara la posición y ocupara puntos dominantes, de donde embistió
repetidas veces contra sus bravos defensores, en su totalidad indígenas de la
Policía y harca amiga. Resistieron tenazmente durante dicho día y los dos
siguientes, hasta que llegado el auxilio de otras fuerzas de la harca amiga de
Amar Uchen, se obligó al enemigo a retirarse con muchas bajas.
El dinero que Abd el Krim había recibido por el rescate
de los prisioneros de Annual sirvió para alentar sus tropas y recrudecer sus
agresiones contra las posiciones comprendidas entre Afrau, Sidi Mesaud, Tizzi
Assa y las inmediatas de Tizzi Alma, Benítez, Viernes y Tahuarda…
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
– Capítulo II
… Los hechos iban demostrando de día en día, la urgente
necesidad de mejorar toda la línea avanzada, pero sobre todo, la del sector de
Tizzi Assa y el frente que discurre entre Sidi Mesaud y Afrau.
Mientras, para fortalecer el frente, se colocó el
miércoles día 16 de Mayo de 1923, un puesto en Peña Tahuarda, y el 20, el
coronel Alfredo Coronel, al mando de su columna, estableció, sin novedad, otras
dos posiciones entre Isummar y Afrau, llamadas Tifaruín y Farha, puntos que en
agosto del mismo año habían de ser atacados por el enemigo
Siguiendo su norma de criterio, el Gobierno no aceptó la
proposición de progresar hacia Alhucemas y únicamente consintió que se llevara
a cabo una operación que garantizase la marcha de los convoyes. Ya en las
últimas fechas de mayo, la situación del territorio melillense era alarmante.
La persistente permanencia de gran cantidad de rifeños armados en los
alrededores de Tafersit, fue lógico presumir que fuera este el lugar al que se
dirigiría su principal esfuerzo y, por lo tanto, el que requería mayor atención,
aunque sin desatender a todo el resto del frente.
Para atender debidamente la zona de vanguardia se
procedió, el día 1 de junio, a ocupar y fortificar dos puestos en Afarún que
mejoraron las comunicaciones entre Afrau, Tifaruín, Farha, Sidi Mesaud y
Tafersit.
Hasta el día 5 de junio de este año de 1923 no fue
posible llevar a cabo las operaciones de socorro a las posiciones sitiadas, ya
que con el desgaste sufrido en los anteriores combates habían disminuido los
efectivos de las fuerzas de choque, aparte de que era preciso concentrar los
elementos de municionamiento, enlaces y ganado para el convoy que había de
llevarse a las posiciones. El ímpetu con que atacó la Legión unido al esfuerzo
que realizaron las Tropas de Regulares, obligó al enemigo a desalojar sus fortificaciones
y retirarse perseguidos por los fuegos de la Aviación y cañones de la posición
de Benítez. Nuestras bajas se elevaron a 146 muertos y 309 heridos, lo que da
idea de los tremendos combates tenidos en el frente y sobre todo alrededor de
Tizzi Assa. En estos combates encontró la muerte el Jefe de la Legión, el
teniente coronel Rafael Valenzuela.
El general Martínez Anido después de un estudio sobre la
situación general en que se encontraba la zona Oriental, elevó dos proyectos al
Alto Comisario sobre el plan de operaciones que se deberían seguir para acabar
rápidamente y de una vez para siempre con la rebeldía de Abd el Krim y sus
seguidores. En estos dos proyectos fechados el 12 del mencionado mes de
julio, proponía: en uno, el desembarco
en Alhucemas a base de contar sólo con las fuerzas disponibles en el
territorio; y en el otro, realizar un ataque al mismo objetivo verificado por
tierra, o bien que ambos ataques se hicieran conjuntamente. A primeros de
agosto de 1923, el alto comisario Sr. Silvela convenció al Gobierno para que
accediera a un plan, por el que las líneas avanzadas de los dos sectores,
Oriental y Occidental, deberían retirarse a posiciones más realistas. El
capitán general de Barcelona, Miguel Primo de Rivera, aprobaba a distancia este
plan, coherente con sus afirmaciones de años anteriores; en cambio, el
comandante general de Melilla, Martínez Anido chocó de frente con Silvela y
tiene que ser destituido.
Tanto los proyectos como el informe de la Alta Comisaría
fueron elevados al Gobierno, el que después de pasarlos a estudio del Estado
Mayor Central resolvió en sentido denegatorio, es decir, de prescindir
totalmente de toda acción militar sobre Alhucemas. Al mismo tiempo comunicó que
la línea que hasta entonces tenía la Zona Oriental habría que cambiarla por
otra que sería determinada por dicho Organismo. Asimismo se ratificó en la
decisión de que no se realizaran avances militares y la prohibición absoluta de
iniciar nuestras tropas ofensiva alguna.
El general Martínez Anido, conforme había anunciado,
solicitó le fuera admitida la dimisión de su cargo, siendo sustituido el 21 de
dicho mes por el General de División, Enrique Marzo Balaguer. Mientras los
españoles discutían, Abd el Krim trató de sacudirse el reciente fracaso de
Tizzi Assa y concentró sobre la posición avanzada de Tifaruín, cerca de la
costa de Afrau, la fuerza rifeña más poderosa hasta la fecha: casi una división
de 9.000 hombres, con excelente artillería (procedente en gran parte de la capturada
a los españoles en 1921). Asesores alemanes forman en su Estado Mayor. Va a ser
la prueba de fuego para el emirato del Rif, una vez que el intento
institucional del Amalato acaba de fracasar ruidosamente.
La batalla de Tifaruín se desencadenó bajo el sol
implacable de agosto: la guarnición española queda cercada, y la Comandancia
General de Melilla tratará durante ocho días angustiosos de socorrerla. Abd el
Krim, que por unos momentos creyó encontrarse otra vez en el escenario y el
ambiente tórrido de Annual, ha cometido dos gravísimos errores: «Montar su
ofensiva bajo el alcance de los cañones de la flota y creer que el pánico de
1921 iba a repetirse automáticamente en torno a Tifaruín. La posición de Tifaruin
estaba formada por un recinto principal, estrecho y alargado y una avanzadilla
en la continuación del eje principal de aquél, rodeados por la misma alambrada.
Mientras una guarnición que contó con la décima parte de
los efectivos de Annual resistió bravamente el acoso de fuerzas rifeñas tres
veces superiores a las que acabaron con Silvestre, el Estado Mayor español
improvisó eficazmente una operación de socorro en que, por primera vez en la
historia de África y de España, participaron
conjuntamente fuerzas de tierra, mar y aire. Dos acorazados, “del
Gobierno de Antonio Maura”, el “España” y el “Alfonso XIII”, pulverizaron las
posiciones enemigas de base, mientras los cruceros, destructores y guardacostas
se aproximaban a distancias inverosímiles de aquel litoral mal fijado en las
incompletas cartas náuticas de la época. La aviación con treinta y tres aviones
bombardeó y ametralló a las harcas. Pero Abd el Krim adelantó sus posiciones
hasta casi rozar las de la defensa con lo que pudo eludir buena parte del fuego
enemigo desde mar y aire.
Al cuarto día de asedio el capitán aviador Joaquín Boy,
piloto de uno de los aviones españoles, dejó caer sobre la posición unos sacos
con víveres y barras de hielo, gran parte de los cuales cayeron fuera de la
línea defensiva; sólo el esfuerzo heroico de un sargento y un soldado
permitiría recuperar una mínima parte, y un mensaje; entre otras frases de
aliento, Joaquín Boy advirtió a los cercados que el teniente coronel Franco,
Jefe de la Legión, venía en su ayuda.
Franco que acababa de llegar a Ceuta en hidroavión
procedente de Melilla, vuelve urgentemente a la ciudad melillense el 19 de
agosto, en el mismo hidroavión que lo trasladó a la ida, y el lunes día 20
tomó, en Dar Quebdani, el mando de dos banderas (la 1ª y la 2ª), la ya veterana
Legión fundacional.
El día 22 marchó
con ellas en la vanguardia de la columna libertadora que mandó el general
Fernández Pérez hasta Sidi Mesaud (otro nombre para el archivo de la Legión:
142 bajas había costado abastecer la posición cuatro días antes) desde donde
debieron partir, en dirección norte, para romper el cerco de Tifaruín, codo a
codo con los Regulares de Melilla. El
revés sufrido por los rebeldes, una vez liberado Tifaruín, aireado por toda la
prensa nacional, hizo desvanecerse el sueño del emirato del Rif y Abd el Krim,
siempre espectacular, medita la idea que será su ruina: revolverse contra la
zona francesa, no sin seguir hostilizando a los españoles en busca de un
triunfo prestigiador que gane reclutas para sus harcas diezmadas.
Tan preocupante era el estado general del frente que casi
toda la Legión (1ª, 2ª, 3ª y 4ª Banderas) permanecieron en su campamento de Ben
Tieb donde continuaron con los aprovisionamientos y descubiertas.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
– Capítulo II
EL ASEDIO A TIFARUÍN
El capitán Sebastián Vila Olaría, primer Laureado por
Tifaruín. Pocas fechas antes de que cesara el general Martínez Anido en el
mando de la Comandancia General de Melilla, volvió el enemigo a tomar la
ofensiva atacando briosamente el frente Farha-Tifaruín-Afrau. Sobre la caída de
la tarde del día 15 de agosto, se observó cierto movimiento rebelde en los
alrededores de Tifaruín, comprobándose poco después que unas alturas dominantes
de la posición, habían sido coronadas por individuos de la harca enemiga. Los
trabajos de la pista de Afrau a Tifaruín que comenzó a construirse el mes
anterior, también quedaron paralizados al ser hostilizados desde las alturas
próximas. En esta campaña quedaron señalados para siempre los días de los
defensores de Tifaruín, ocho días en los que la gloria eclipsó a la tragedia.
Miércoles 15 de agosto: Al poco de anochecer observan una gran
concentración enemiga en las cercanías de Tifaruín. Desde la posición ven cómo
los rebeldes se establecían en todas las alturas dominantes de los alrededores.
Jueves 16: Durante el día el enemigo no da señales de vida. De
noche tirotea intensamente la posición y de madrugada se comprueba que la
comunicación telefónica entre las posiciones de Farha y Tifaruín está cortada.
Un destacamento intenta reparar lo que se supuso avería, pero al llegar a una
loma próxima desde donde se realizaba diariamente la descubierta para proteger
el servicio de aguada, éste es atacado, obligándolo a replegarse sobre la
posición con siete heridos.
Se siguen observando movimientos del enemigo en las
inmediaciones. La posición de Sidi Mesaud da cuenta de una gran concentración
en el poblado de Abdeselam. Las posiciones de Tizzi Assa, Tizzi Alma y Tafersit
son atacadas simultáneamente. No obstante, el enemigo no consigue ventaja
alguna.
Viernes 17: Tifaruín queda totalmente cercada y aislada. Nueve mil
harqueños atacan la posición y llegan hasta las alambradas. Los defensores los
rechazan con bombas de mano. Se comprueba que el armamento de los atacantes es
de procedencia francesa. El teniente García Rodríguez se presentó voluntario en
el campamento de Dar Quebdani para tratar de restablecer la comunicación
telefónica con Tifaruín. Salió con una sección la tarde del 17 y, bajo la
protección de la primera Bandera del Tercio, intentó llevar a cabo el recorrido
de la línea telefónica. Ante la oposición del enemigo, hubo de regresar toda la
fuerza a Dar Quebdani, sin conseguir restablecer la comunicación con los
sitiados, registrándose en el intento 55 bajas, de ellos los tenientes García
Rodríguez, de Ingenieros, y Sánchez Ferreirós de la Legión (fue enterrado el
día 2 de septiembre, presidiendo el duelo el jefe del Tercio teniente coronel
Franco), muertos, así como trece
soldados más. Entre los heridos figuraban el capitán García Solano y el alférez
Compayret. Sale en auxilio de éstas una columna al mando del teniente coronel
Gumersindo Pintado, que intenta restablecer la comunicación telefónica, con
orden de no empeñar combate de importancia, sino sólo lo imprescindible para
llegar a Tifaruín.
La columna estaba formada por:
-un batallón del regimiento de Toledo -una bandera de la
Legión -una batería de montaña, y -servicios de óptica, sanidad y
municionamiento.
Próxima a Farha, el enemigo, situado en las inmediaciones
los recibe con un nutrido fuego que obliga a detenerse y pegarse al terreno.
Mientras tanto, los defensores de Tifaruín tratan de romper el cerco atacando
al enemigo para enlazar con la columna de socorro. Hay que evitar un combate
mayor y la columna del teniente coronel Pintado recibe orden de replegarse
sobre Farha. Esta acción se combina con otra desde Afrau por una mía de la
Mehal-la de Melilla, mandada por el capitán Montero Cabañas, con la misión de
descongestionar de enemigos el norte de Tifaruín.
Sale a las ocho y consigue llegar a menos de un kilómetro
de la posición citada, pero hubo de retirarse ante la presión del enemigo sin
lograr romper el cerco. Cada hora que pasaba se hacía más difícil la situación
en Tifaruín; hay en la posición muchos heridos, escasez de agua y de víveres.
El calor empieza a poner en estado de descomposición los cadáveres de los
mulos, que han de ser sacados fuera de las alambradas, tan lejos como permite
el enemigo. La ración de agua de los hombres se ha reducido, la del ganado ha
sido suprimida.
Sábado 18: Se decide que tres fuertes columnas avancen sobre el
frente enemigo para llevar víveres, agua, municiones y material sanitario a
Tifaruín. La operación comienza a las cinco de la madrugada, al mando del
coronel Enrique Salcedo. La columna de la izquierda, mandada por el teniente
coronel Gumersindo Pintado, estaba compuesta por las 1ª y 2ª Banderas del
Tercio, Batallón de Toledo y Batallón de San Fernando. Seguiría el itinerario
del crestón que desde Sidi Mesaud termina en las proximidades de Tifisuín, para
proteger el flanco izquierdo de la columna central.
La columna del centro, al mando del coronel Seoane, la
formaban los 2º y 3º Tabores del Grupo de Regulares de Melilla nº 2, Batallón
de Galicia, Batallón de Asia, tres compañías de zapadores con material de
fortificación, óptica y servicios. Debía seguir la pista que desde Farha va a
Tifaruín y sería la que cumpliría el objetivo: Llevar el convoy hasta Tifaruín
y restablecer la comunicación. La columna de la derecha saldría de Dar
Quebdani, al mando del teniente coronel Olmos Fernández. La componían el 3º Tabor
del Grupo de Regulares de Melilla nº 2 y el batallón de Valencia. Llevaría este
itinerario: Desde Sidi Mohatar hasta Isummar y seguiría por la loma a la
izquierda de Ibuseganen, para flanquear en dirección a Timayast, sin dejar la
loma y batir la pista de Farha a Tifaruín.
Como reserva, quedaba en las proximidades del llano de
Kadia el cuartel general y los batallones de Wad Ras, Ceriñola e Isabel la
Católica.
La aviación cooperaría con sus fuegos desde el principio
de la operación. A las ocho treinta se alcanza la línea Sidi Mesaud, Farha,
Isummar, encontrándose mucho enemigo fuertemente agarrado al terreno y haciendo
un gran fuego que apenas permite avanzar a la columna de la izquierda. A las
once horas, el general Fernández Pérez se hace cargo del mando de la operación,
pasando el coronel Salcedo al flanco izquierdo. Una hora después el coronel
Seoane pide un batallón de refuerzo y detiene la marcha ante la comprometida
situación en que se encuentra la columna centro.
Al avance de la columna de la izquierda opuso el enemigo
una tenaz resistencia. Atrincherado en una loma próxima a Sidi Mesaud, impedía
cualquier intento de movimiento de las banderas de la Legión. La 14ª compañía
era la más comprometida y su capitán, Sebastián Vila Olaria, decidió atacarla.
La loma fue tomada pero el capitán cayó gravemente herido, falleciendo poco
después en Sidi Mesaud. Fue el primer laureado por Tifaruín. Durante todo el
combate las fuerzas que guarnecían la posición de Tifaruín tratan por todos los
medios de enlazar con las columnas de socorro, resistiendo los furiosos ataques
de la harca, reaccionando contra la gran superioridad numérica del enemigo y
llegando en muchas ocasiones al combate cuerpo a cuerpo sobre las propias
alambradas. Las cuantiosas bajas y la pérdida de la mayoría de los mandos de la
fuerza de choque, así como la insolación y agotamiento físico de las tropas,
hacen disponer al general Fernández Pérez el repliegue, proponiendo al
Comandante General «dejar las operaciones para el día siguiente o sucesivos en
que se pueda contar con los elementos precisos que las circunstancias
requerían».
La situación no podía ser más delicada y desconsoladora,
tanto para las fuerzas sitiadas como para las que trataban de liberarlas. De la
dureza de esta acción da fe la muerte del teniente coronel Gumersindo Pintado,
11 oficiales europeos, un oficial moro y 78 de tropa; total 91 muertos, muchos
heridos y la mayoría de las fuerzas afectadas por la insolación y agotamiento.
Resaltar que de la tercera compañía del 3º Tabor del Grupo de Regulares de
Melilla nº 2, que mandaba el capitán Sánchez Hervás, murieron todos sus
oficiales. También fueron atacadas este día las posiciones de Afrau y Tifisuín,
lo que impidió que la mayoría de las guarniciones de nuestra línea de
vanguardia apoyara y protegiera el avance de las columnas.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo II (y3)
Domingo 19: El día 19 aumenta el fuego de todas clases
sobre Tifaruín, y, principalmente sobre su Avanzadilla, punto que el enemigo
consideraba más fácil de ocupar. Como era domingo, en uno de los momentos en
que la acción enemiga decrece, los defensores piden la bendición, que no sólo
la da uno de los capellanes que se encuentran frente a la posición, sino que el
Arzobispo de Valladolid, plaza de guarnición del regimiento de Isabel II, la
envía a todos por medio de un telegrama.
En Tifaruín, desde el día 16 no se ha podido realizar el
servicio de aguada, por lo que el 19 por la noche el jefe de la posición da la
orden de reducir aún más la ración de agua, que a partir de este momento serán
únicamente una taza de agua con café al día, para poder atender a los enfermos
y heridos, que aumentan de día en día considerablemente. Según las
declaraciones que hicieron los defensores al ser liberados, este agua la
tomaban con una paja para que les hiciera la ilusión de ser más cantidad.
Lunes 20: Este día se estrecha más el cerco, continuando
los duros ataques y el empeño por parte del enemigo de entrar en la posición.
Por la mañana escasean los estopines y se solicitan por heliógrafo. El capitán
de la posición, Rodríguez Almeida, reúne a los oficiales para considerar la
situación. Como resultado de ello envía el siguiente comunicado que revela el
alto espíritu de aquellos defensores: «Resistiremos hasta el último momento.
Primero muertos que rendidos. Si es preciso, volaremos la posición antes que
entregarla».
El mismo día se envían los estopines y unas barras de
hielo por avión. Los estopines fueron transportados por el capitán de
Ingenieros Joaquín Boy, del Servicio de Aviación, y el piloto Jaime Baeza, que nada más cumplir la misión fueron
derribados, muriendo ambos gloriosamente. Las barras de hielo y frutas, los
lanzaban envueltos en trozos de tela, bajando a menos de 12 metros de altura.
El avión cayó envuelto en llamas en un barranco cerca de Tifaruín.
El hielo cayó en su mayoría fuera de la posición, dando
lugar a uno de los hechos heroicos del asedio: «El sargento Feliciano Blanco
Peña y el soldado Félix Torres San José salieron fuera de las alambradas,
soportando el fuego enemigo, para recogerlo, logrando una parte muy pequeña, ya
que las barras se deshicieron al caer al suelo». El capitán Joaquín Boy lanzó
sobre la avanzadilla un mensaje dando ánimos a los defensores y anunciando que
Franco llega desde Tetuán. Resaltar que Franco fue uno de los pocos jefes que
voló sobre Tifaruín, y lo hizo el día anterior a la última operación de
socorro, para tener un conocimiento más profundo del terreno al comparar los
planos con las fotos aéreas.
Martes 21: Desde el amanecer del 21 el enemigo arrecia
sus ataques tratando de apoderarse de la avanzadilla, que, según reza en los
partes de la Comandancia de aquel día, resistieron rechazando al enemigo sin
desmayo y obligándole a retirarse ante la heroica resistencia de sus
defensores. Aquella noche la posición tuvo un pequeño respiro, pues sólo se
produjo el «paqueo» ordinario. Como era imposible la comunicación entre la
posición principal (Tifaruín) y la Avanzadilla, esta se hacía por medio de cuerdas
que lanzaban y en el extremo opuesto se ponían las municiones, avituallamiento
y comunicados, y tirando de ellas los de la avanzadilla, recogían lo que venía
sujeto en dicho extremo…
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo IV (1ª parte)
… En los palcos el Comandante General accidental de
Melilla, Sr. Echagüe tomó asiento junto al capitán Rodríguez Almeida, jefe de
la posición de Tifaruín. En palcos contiguos los demás oficiales de la defensa
de Tifaruín, Temprano, Jordán, Topete, Coll y Fernández de los Mozos
Distribuidos en las butacas hallábanse las clases y
soldados de Isabel II, artillería de Cartagena, Ingenieros de Melilla,
Intendencia y Mehal-la de Melilla, que guarnecían Tifaruín. La compañía teatral
que dirigía el Sr. Codeso, puso en escena las obras «Juegos malabares» y «Las
corsarias». La canción de la «Banderita» hubo de ser repetida en medio de
delirantes ovaciones y vivas a España.
También el jueves 30 de agosto se celebró una becerrada
en la plaza de toros del popular barrio del Tesorillo. La comisión organizadora
dedicó la fiesta a los heroicos defensores de la posición de Tifaruin,
destinando los beneficios a los hospitales de sangre el cincuenta por ciento, y
a la Asociación General de Caridad y Gota de Leche el otro cincuenta por
ciento.
La plaza se vió completamente ocupada, observándose gran
animación. En el palco presidencial tomaron asiento el capitán Rodríguez
Almeida y los demás oficiales que guarnecían la posición de Tifaruin, y el
inspector de policía señor del Prado. Los encargados de lidiar los cuatro
becerros fueron los jóvenes diestros Jesús Pons “Gasparillo” y Luis Ruiz.
A principios de noviembre, de regreso el capitán
Rodríguez Almeida a la Península, fue recibido por el Rey Alfonso XIII, en
audiencia especial, por el deseo reiterado del Rey de escuchar de labios del
héroe el relato detallado de la epopeya que del 15 al 22 de agosto crispó los
nervios de toda España en un constante temblor de infinita ansiedad y destacó
en glorioso relieve los dotes de abnegación, valor y heroísmo, del puñado de
valientes que haciendo rudo frente al asedio constante de un enemigo que le centuplicaba
en número, abrió los brazos a la muerte, bajo la voz recia y el gesto heroico
de Rodríguez Almeida, antes que ceder ni una línea del puesto cuya defensa les
encomendó la Patria.
El socorro aéreo a Tifaruín. El diario de operaciones de
las Fuerzas Aéreas del día 13 de agosto de 1923, en algunas de sus líneas,
decía: «Se nota también abundancia de gente en los poblados de toda esa zona y
tránsito por los barrancos entre unos y otros». El del día 14: «Se observa
mucha actividad en los trabajos de fortificación del enemigo». El del día 16:
«Existe mucho enemigo, especialmente en Afrau, Yebel Uddia y Tifaruín, que ha
hecho intenso fuego sobre los aeroplanos, alcanzando a varios; uno de ellos
aterrizó en Dar Quebdani».
En el combate, del día 18 de Agosto, tomó parte el grupo
«Bristol», reforzado con una escuadrilla del tercer grupo.
El comunicado oficial de la operación decía: «La Aviación
bombardeó eficazmente las proximidades de Tifaruín protegiendo el repliegue». A
última hora de la tarde, el informe que cursaban las Fuerzas Aéreas se
expresaba así: «Lo mismo en Tifaruín que en Sidi Mesaud el enemigo es muy
numeroso, se fortifica en posiciones muy próximas a las nuestras. Se han
arrojado 400 bombas». Informes transmitidos por jefes y oficiales que
combatieron en el frente, recogiendo comentarios hechos en público por los de
las vanguardias, pusieron en conocimiento de los aviadores que la Aviación
había facilitado el éxito de la operación hasta Farha y evitado una
catástrofe cuando el enemigo atacaba y
las unidades, deshechas, no podían reaccionar.
En reunión a la cual asistió el Alto Comisario y el
general Alberto Castro Girona, así como el teniente coronel de Aviación Alfredo
Kindelán, se dio lectura a los informes recibidos del frente. Todos coincidían
en la gravedad de la situación.
Para paliarla, en primer lugar, se organizaría una
ofensiva contra Alhucemas, como si se tratara de llevar a cabo un desembarco
real, haciendo uso de la Armada, de la Aviación y de la Artillería de la Isla.
(en idéntico caso, el general Silvestre, en 1921, en Annual, pidió una
escuadrilla para descongestionar Igueriben de enemigo). Se simularía un ataque
en diversos sectores del frente. Las columnas, reforzadas con importantes
unidades de choque, abrirían paso hacia Tifaruín. Lo fundamental era destruir
la fuerza del enemigo.
En la noche del 19 al 20 de agosto, en la Comandancia se
recibió el telegrama siguiente: «Jefe línea derecha a Comandante General.
Comunica Tifaruín, tienen víveres y agua para tres días; ciento cinco mil
cartuchos Máuser, municiones cañón tres días; consumiendo como hoy, granadas
mano durarán tres días. Necesitan urgencia doscientos estopines que oficial
artillería solicita. Lo traslado a V.E. para conocimiento».
Inmediatamente, el Estado Mayor dio traslado del
telegrama al aeródromo. Este manifiesta que por un oficial de Artillería serían
entregadas en Tauima cien estopines para que fueran arrojados por un aeroplano
en Tifaruín.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo IV (2ª parte)
Al recibir la orden, el capitán Joaquín Boy se ofreció
voluntario para realizar el servicio, ya que correspondía a su escuadrilla.
Salió a las siete y media de la mañana a bordo del avión D.H.9, número 86,
llevando como observador al capitán Jaime Baeza
La misión era difícil; la posición se encontraba rodeada
de miles de fusiles; el enemigo estaba a pocos metros de las alambradas y
oculto en terreno cortado y cuevas que construía durante la noche; cientos de
fusiles le harían fuego a menos de cincuenta metros de distancia.
Joaquín Boy
persona consciente de su deber y sabedor que, de no llegar los estopines
a la posición, el silencio de las baterías sería precursor del asalto enemigo.
Con la disciplina consciente del guerrero, rápido y seguro de la gravedad del
servicio encomendado, salió en vuelo. Le acompañaba su escuadrilla, con los
pilotos tenientes Salgado, Munaiz, Mauriño y Ruano y observadores tenientes
Rodríguez Arango, Clar, Pérez Marín y Vila, con misión de batir las trincheras
próximas a la posición mientras el avión de Joaquín Boy pasaría sobre la misma
para abastecerla.
Llegó el avión de Joaquín Boy a Tifaruín; los aviadores
estudiaron el terreno para decidir la más fácil maniobra de entrada y salida;
cortaron el motor, descendieron, y, pasando hasta casi tocar con las ruedas el
centro de la posición, consiguieron meter en su interior una caja de estopines.
En Tifaruín se encontraba el teniente de Ingenieros Topete, gran amigo de los
aviadores, quien demostraba su simpático optimismo redactando alegres partes
que dirigía a sus amigos del aeródromo. Cuando el capitán Boy pasó nuevamente sobre la posición a tres
o cuatro metros sobre las tiendas de campaña en dirección este-oeste, para
arrojar los estopines que restaban, lanzó un parte que decía: «Topete, eres un
flamenco. Ten un poco de paciencia que vamos por vosotros. Señálanos con
lienzos blancos de donde os tiran más para echarles todo lo que se pueda. Ya ha
llegado Franco de Tetuán. Que tengáis mucha suerte. Boy». En aquel instante, el
avión fue gravemente alcanzado por multitud de balas enemigas, cayendo
violentamente derribado a pocos metros de distancia de la posición.
A las quince horas de ese día, 20 de agosto, el
Comandante General de Melilla recibía el telegrama siguiente: «Jefe Fuerzas
Aéreas al Comandante General. En cumplimiento a su orden de hoy, salió
inmediatamente un aeroplano con cien estopines, cuyo aparato fue derribado por
enemigo, falleciendo el piloto capitán Boy y observador capitán Baeza,
ignorando jefe que suscribe si los estopines han llegado a poder de la
posición».
Los defensores telegrafiaron comunicando haberlos
recibido y su sentimiento por la pérdida de la tripulación. También solicitaban
que les enviaran hielo y sacos con sandías, para aliviarles algo la situación
tan angustiosa que padecían. Por la tarde comenzaron los aprovisionamientos. Lo
realizó en primer lugar la 2ª escuadrilla del capitán Boy, cuyas cuatro
tripulaciones, a pesar de la dura y triste jornada sostenida, recabaron para sí
el honor y el derecho por estar de servicio en ese día.
El vuelo de aprovisionamiento, aparte del riesgo ya
conocido, debía realizarse con la mayor exactitud, a la mínima velocidad, a ser
posible en planeo, para que el observador no recibiera el aire de la hélice en
el momento de arrojar los sacos. El piloto debería pasar sobre ella como si
pretendiera tomar tierra, a diez, cinco y tres metros de altura.
En el Cuartel General de Dar Quebdani se encontraba el
jefe de las Fuerzas Aéreas, teniente coronel Kindelán, quien tenía comunicación
directa con el aeródromo. El día 21, en tanto en tierra preparaban la operación
de socorro. Se efectuó dos servicios de aprovisionamiento a Tifaruín y uno de
bombardeo de todas las escuadrillas en Alhucemas. En la posición se arrojaron
frutas, barras de hielo y alimentos concentrados. Como no era posible pasar
sobre ella en el sentido de su mayor dimensión, debido a la constitución del
terreno y su forma alargada, la tomaron a través, lo que originó que algunos
sacos cayeran entre la posición y la alambrada. A los defensores de Tifaruín se
les ocurrió la solución siguiente, que transmitieron por telégrafos: «Admirados
del esfuerzo de las fuerzas a sus órdenes para aliviar situación, no podemos
menos que felicitarles y sentirnos orgullosos de compañeros que exponen su vida
sin reparar en dificultades. Al ver cómo se lanzan los paquetes, nos ha
sugerido la idea, que ponemos a su consideración, de que dichos paquetes vayan
atados con una cuerda de 200 metros de larga y al otro extremo un peso de seis
kilogramos. El paquete deberá caer antes de la posición y retener el peso hasta
que haya agotado la cuerda, momento en que se arrojará el peso en sentido
transversal, desde la avanzadilla al oeste, con lo que quedará atravesada la
cuerda en la posición, y tirando de ella vendrá a nuestro poder el paquete».
En tal momento llegó a Melilla el teniente coronel Jefe
de la Legión Francisco Franco. Se dirigió al aeródromo y solicitó un aparato
para volar sobre la línea de fuego. Despegó a bordo del avión «Bristol» que
pilotaba el capitán Juan Bono. La hoja de vuelo de este día, en una de sus
líneas, decía: «Día 20. Piloto capitán Bono. Bristol nº 24. Observador teniente
coronel Franco. Salida 10 horas 2 minutos. Llegada 11 horas 12 minutos.
Duración, una hora 10 minutos. Reconocimiento Tifaruín. Aterriza en Dar Quebdani».
Las Fuerzas Aéreas distribuyeron sus escuadrillas para
dar servicio de reconocimiento, bombardeo y vigilancia a vanguardia de todas
las columnas de maniobra.
Las escuadrillas terrestres y de hidroaviones comenzaron
el combate a primera hora de la mañana, cuando las columnas de tierra aún
estaban muy alejadas del terreno de la lucha. Fueron estos momentos del combate
los de mayor dureza para los aviones, que recibieron todo el fuego del enemigo
que, oculto en multitud de trincheras en forma de lunetas, cortaba la posible
ruta por la que habría de pasar el convoy.
Fue derribado el avión pilotado por el capitán Carlos
Cabrerizo, que aterrizó violentamente en los alrededores de Kadia, resultando
heridos el piloto y el bombardero, sargento Francisco Lozano. El avión pilotado
por el capitán Eduardo González Gallarza, que llevaba como observador al
capitán Juan Sanz Prieto, regresó al aeródromo con 16 impactos.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo V (2ª parte)
En estos combates, destacaron notablemente los tenientes
de Infantería Fernando Lizcano de la Rosa y Aniceto Carvajal Sobrino, ambos de
la 14ª Compañía de la Segunda Bandera del Tercio, que debido a su heroísmo y
valor, que demostraron dicho día, en las distintas fases del combate, con un
desprecio completo de la vida, consiguieron la más alta condecoración del
Ejército, la Cruz Laureada de San Fernando.
Operación importantísima en donde se procedió de distinta
forma que los habituales hasta el momento. Se rompió con el sistema clásico del
avance, la fortificación y el obligado repliegue. Una vez realizada la
ofensiva, se ordenó que las columnas de vanguardia construyeran reductos de
sacos terreros en los objetivos conquistados, a fin de vivaquear en ellas hasta
el siguiente día.
Destacó la lucha incruenta en el barranco de Imusaten.
Tan difícil fue la situación que el Estado Mayor al completo y el general
Fernández Pérez, así como la columna de reserva, vivaquearon en la loma
«Felipe», toda la noche.
Estos combates se iniciaron el día 3 de mayo, y se
suponía, después de bombardeos, que el enemigo se mantendría alejado y distante
de las posiciones. No fue así y atacó en este caso el Reducto de Sidi Mesaud,
para provocar el derrumbe del frente, no conseguido el año anterior en
Tifaruín.
La guarnición de Sidi Mesaud que aguantó el asedio
pertenecía al Regimiento de San Fernando y su artillería a la Comandancia
Expedicionaria de Cartagena. Sus jefes, comandante Orge, capitán Peña María,
tenientes Jiménez Benhamou, de Artillería, Suso y alféreces Molina y López
Pérez, fueron felicitados por su conducta.
Resaltamos que las trincheras enemigas fueron construidas en esta ocasión
bajo la dirección de «técnicos», pues guardaban gran semejanza con las
empleadas en la Gran Guerra. La trinchera enemiga más próxima a Sidi Mesaud,
comenzaba frente a la puerta de la alambrada para terminar en el barranco de la
izquierda, completamente desenfilada de la posición.
En el aljibe del Collado también habían construido
excelentes refugios contra los bombardeos aéreos.
En la loma «del Tercio», así bautizada en aquellos días,
y posteriormente “Valverde”, había otra trinchera de análogas características.
La realidad era que todas las cañadas de acceso al citado fortín estaban
enfiladas por trincheras de piedra, cortándolas a veces pozos de tirador.
En las barrancadas entre Farha y Sidi Mesaud abrieron
cuevas tapiadas y aspilleradas.
Las bajas sufridas eran evacuadas a Dar El Quebdani,
donde se estableció el hospital de sangre, asistiendo a los equipos quirúrgicos
abnegadas enfermeras de la Cruz Roja y hermanas de la Caridad, destacando entre
ellas la Sra. viuda de Bolaños y Srta. Paz Sancho-Miñano.
La harca rebelde estaba integrada en parte por kabileños
de Tensaman, Beni Tuzin y algunos de Beni Urriaguel.
Como honor y en recuerdo del capitán de Regulares de
Melilla, Jaime Ortega, y tenientes del Tercio, Clemente Valverde y Feliciano
Rojas, el Mando ordenó que los tres blocaos, instalados en aquellas alturas
llevaran sus nombres. Estos reductos tenían una capacidad para una veintena de
hombres.
En los primeros días del mes de agosto la situación no
había variado mucho. Los insumisos actuaban tanto en la zona Oriental (Beni
Said) como en la Occidental (Beni Hozmar y Beni Hassan). La inseguridad en las
comunicaciones, así como las dificultades para las aguadas y convoyes, hizo que
las posiciones de vanguardia sufrieran un pertinaz asedio, limitándose a
repeler los ataques.
En julio y para proteger a Sidi Mesaud se ocupó y
fortificó una nueva posición, llamada de Laara u-Yenna, que reunía excelentes
condiciones defensivas.
El 30 de diciembre de 1924 se aprobó con cargo a los
“Servicios de Ingenieros”, la ejecución por gestión directa del proyecto de las
obras necesarias para convertir en permanente, la posición y blocaos de
Laari-U-Yenna, con presupuesto de 22.580 pesetas. B.O. nº 1, de 1 de enero de
1925.
Socorro aéreo a Sidi Mesaud. 6.000 hombres amenazan Sidi
Mesaud. Las escuadrillas vuelan sobre el frente todo el día. Detención de los
carros de asalto. Maniobra temeraria del Jefe de la Legión Teniente Coronel
Francisco Franco. Efectivamente, Abd el Krim había reunido en su cuartel
general a los jefes de tribu de más prestigio guerrero. Les habló de la
angustiosa situación en que se encontraban los españoles, con graves problemas
sociales y de gobierno que les impedían hacer la guerra, y expuso su plan de ataque,
último y definitivo, para romper el frente y recoger un gran botín. Terminó su
discurso amenazándoles con terribles venganzas sobre sus bienes y familias en
caso de desobediencia o cobardía. La orden de ataque estaba dada.
En el campamento de Dar Quebdani se calculaba que las
fuerzas concentradas por el enemigo pasaban de 6.000 hombres. Sus posiciones
eran ventajosas, dado lo abrupto del terreno. Desde profundos barrancos, que se
extienden en dirección del campo enemigo hacia nuestra retaguardia, quedando
batidos los caminos por donde había de pasar el convoy a Sidi Mesaud.
De momento no hubo otro recurso de castigo que la
Aviación, que se empleó en bombardeos alternados contra Alhucemas y poblados y
posiciones del frente.
Con fecha 3 de mayo, las posiciones sitiadas de Sidi
Mesaud disponían de agua para seis días y víveres para nueve. Para el mando la
situación era de urgencia y difícil; no se podía perder tiempo, era necesario
actuar.
En el aeródromo de Tauima se dictaron las órdenes
precisas para el ataque. Las escuadrillas, en relevos sucesivos, volarían sobre
el frente durante todo el día; en el momento del asalto se encontrarían sobre
el objetivo el mayor número de aviones. Los jefes de escuadrilla señalaban a
los observadores la misión que se encomendó a cada columna, itinerario de
avance, fases y forma en que han de actuar.
Desde el amanecer se sucedieron sin interrupción los
servicios de bombardeo y ametrallamiento de las posiciones ocupadas por el
enemigo. A las doce de la mañana, después de batir intensamente el poblado
próximo a la posición de Farha, las fuerzas de Regulares iniciaron el avance.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo V (y 3ª parte)
Los Regulares sufrieron elevado número de bajas y no
pudieron moverse de las posiciones que ocuparon; cayeron muertos y heridos casi
la totalidad de sus oficiales. La posición no pudo ser abastecida.
Nuevamente se intentó la operación el día 7. Las
columnas, reforzadas con algunas banderas de la Legión, tenían análogas
misiones que las del combate del día 3. La Legión se lanzó al ataque. En un
instante la primera Compañía perdió la totalidad de sus oficiales. El momento
era gravísimo.
En tan crítica y precisa situación, llegó un grupo de
aviones. Dieciséis aparatos volaron sobre el lugar del combate y atacaron los
objetivos que les habían sido señalados por telégrafo, con apremiante orden de
urgencia. Eran las doce horas cuarenta y cinco minutos. En vuelo rasante
barrieron las trincheras hasta dejarlas casi desalojadas, lo que se puso en
conocimiento de los jefes de las columnas lanzándoles partes. De la posición de
Sidi Mesaud, a las 13 horas, comunicaron que la eficacia del bombardeo y fuego
de ametralladora era grande.
Pero nuestras fuerzas de tierra no podían aprovechar este
momento favorable. El jefe de la vanguardia consideraba imposible la entrada
del convoy en la posición por ser muy numerosas las bajas de la Legión y
Regulares; habían sido muertas gran número de las acémilas que formaban el
convoy. La retirada se efectuó por escalones, con eficaz protección de las
escuadrillas que ametrallaba al enemigo a baja altura.
Simultáneamente a esta operación, una escuadrilla de ocho
aparatos bombardeó la cábila de Alhucemas. Sobre este objetivo se hicieron
servicios durante todo el día; fueron vistos grandes contingentes enemigos, en
tránsito desde el frente a la retaguardia, conduciendo acémilas con muertos y
heridos.
A la caída de la tarde voló la escuadrilla de caza
ametrallando las posiciones enemigas y observaron que, al retirarse nuestras
fuerzas, habían aumentado considerablemente las del enemigo que ocupaba las
trincheras; se observó también mucho enemigo en Dar Mizzian.
El, en funciones de Comandante General en tanto se
incorporaba Sanjurjo, informó al Alto Mando sobre la grave situación en que se
encontraban las posiciones del sector de Sidi Mesaud después de fracasar los
dos intentos realizados para llegar el convoy. Solicitaba éste general que le
concedieran tiempo y medios para meditar e iniciar un nuevo sistema de ataque.
Primo de Rivera telegrafió al Alto Comisario en un tono
hasta entonces desconocido por el Ejército de África. “Daba autorización para
actuar conforme a las necesidades de la «guerra, empleando los medios
necesarios para vencer. Cuente V.E. con cuantos elementos necesite para las
operaciones que deben desarrollarse, con la iniciativa y tranquilidad que debe
darle la absoluta confianza del gobierno”.
A causa del fuerte temporal se suspendieron las
operaciones aéreas del día 8. En vuelo en hidroavión, desde Tetuán, llegó a
Melilla el general José Sanjurjo.
El día 9 aterrizaron en Tauima once de los doce aviones
que formaba un nuevo grupo «Breguet» expedicionario.
En Dar Quebdani se reunieron los generales Sanjurjo,
Jordana y Soriano con los jefes de columna, teniente coronel Francisco Franco y
coronel Sebastián Pozas. Soriano aportó los datos informativos obtenidos por
las observaciones aéreas.
El objetivo principal no era llevar el convoy, sino la
destrucción del enemigo. En instrucciones concretas se señalaron las misiones
de la Aviación en las distintas fases del combate, dejando a las tripulaciones
la iniciativa en la elección de los blancos.
En la tarde del día 9, fecha anterior a la designada para
la operación, una compañía de la Legión ocuparía la loma «Felipe». Se trataba
de proteger el campamento de carros de asalto y evitar que el enemigo se
corriese hacia el interior de nuestras posiciones. Dos Banderas del Tercio se
encontrarían en el bosque próximo a Afarún, desde este punto habrían de atacar
las trincheras enemigas, en movimiento de flanco…
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo VI (1ª parte)
… El mando de Aviación dispuso lo necesario para emplear
el campo de Dar Drius como base de operaciones. Fueron informadas las
tripulaciones, con croquis y fotografías del terreno, sobre los propósitos del
Mando y maniobra a realizar por las columnas. El fuego de Aviación debería
intensificarse a las 9 horas 45 minutos; las tropas se lanzarían al ataque en
el momento en que los aviones batieran con sus ametralladoras las trincheras
enemigas; en ese instante preciso deberían avanzar los carros de asalto.
Las fuerzas aéreas que habían de operar las integraban
los grupos tercero, de «Havilland»; cuarto, «Bristol»; Expedicionario, «Breguet
XIV», e hidroaviones de Aviación de Mar Chica.
Comenzó la primera fase de la operación en la madrugada
del día 10, siguiendo el curso normal previsto. El enemigo fue batido con la
máxima energía; las bombas explotaron sobre las posiciones y trincheras,
dejándolas ciegas, ocultas, cubiertas de denso humo. Las escuadrillas
«Breguet», al batir las comunicaciones del enemigo con intenso fuego en vuelo
rasante, ejercían vigilancia en su retaguardia. La prolongada detención de los
carros de asalto, que no llegaron al frente a la hora señalada, en el momento marcado
en la orden para el ataque, originó una grave complicación, y con ella una
pronta y difícil decisión del Mando.
Un mensaje del jefe de los carros comunicaba que su
fuerza se encontraba totalmente imposibilitada para avanzar; la pista de acceso
se encontraba cortada por una profunda y ancha trinchera cubierta con ramajes.
En ella había caído el carro que marchaba en cabeza, el terreno, cortado en
talud, no permitía que los restantes carros salieran del camino para continuar
la marcha hasta el lugar en que habrían de iniciar el ataque.
Como la maniobra se apoyaba precisamente en la acción de
los carros, el teniente coronel Franco hubo de improvisar una orden perentoria
que cambiaba el plan establecido. Unos instantes después el teléfono transmitía
sus decisiones de carácter urgentísimo. Se retrasaba el asalto hasta las 11:15;
las escuadrillas deberían cambiar su horario para concentrarse en tal momento y
volar sobre las vanguardias de las columnas, supliendo el fuego de los carros.
Llegó la hora marcada; sobre el frente volaban todas las
escuadrillas a cien metros de altura, con los aviones en fila, sucediéndose una
tras otra, para lanzar las bombas y ametrallar, acompañando a las fuerzas de
tierra en el momento del asalto
La lluvia de metralla, el denso humo de las explosiones
de las bombas, favoreció a la Legión, que avanzaba a la carrera con los fusiles
armados a la bayoneta. Los legionarios se protegían del fuego enemigo
ocultándose en el humo de las bombas de Aviación, que explotaban a pocos metros
de distancia; los aviones, uno tras otro, volando en círculo, formaban la
corona que los cubría, y con ellos se desplazaban. Se combatió con mucha
fuerza. Pero no era posible estacionarse y recibir de frente los fuertes ataques
del enemigo, decidido a morir. Se imponía la maniobra, una decisión genial que
desbordara, sorprendiera y aniquilara al enemigo. El jefe de la columna,
teniente coronel Francisco Franco, con serenidad y audacia en momentos tan
críticos, dispuso que se iniciara una maniobra, al parecer temeraria, pero que
había de causar sorpresa y pánico en el enemigo, acostumbrado a vernos avanzar
siempre por las cumbres, respetando como inaccesible sus puestos en los
barrancos, desde donde podían combatirnos con la tranquilidad de tener cubierta
la retirada. Magnífica decisión, que por sí sola acredita la competencia del
jefe que actúa en inmediato contacto con la línea de fuego.
La columna, en pleno, chocó con el enemigo en combate al
arma blanca. La maniobra le produjo tal asombro que, en franca y espectacular
huida, permitió hacerle numerosísimas bajas vistas. Sucesivamente se ocuparon
las fortificaciones. Las compañías de la Legión, al llegar hasta el Morabo y el
Aljibe, dieron apoyo en momentos críticos a las fuerzas allí empeñadas en
tremenda lucha dentro de las trincheras. La batalla había llegado a su momento
culminante. Franco, lanzó contra las trincheras enemigas la totalidad de las
compañías de reserva. Tras unos momentos indecisos de extraordinaria emoción,
el enemigo salió de las trincheras en desordenada huida, que abarcaba varios
cientos de metros del frente, para ser definitivamente vencido.
Los aviones volaban en su persecución e intensificaban el
ataque sobre la segunda línea de resistencia, desde la cual el enemigo dirigía
su fuego contra las posiciones que acababa de perder. La Legión siguió en su
puesto, tratando de retirar los heridos y muertos que habían caído delante de
las fortificaciones conquistadas; no había perdido arrojo en el anterior
esfuerzo, que podía ser tal vez el más duro y heroico de los librados por la
Legión en África.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo VI (2ª parte)
Terminada la memorable jornada sin haber alcanzado la
posición, se dispuso que las fuerzas no se retirasen; había de pernoctar en las
posiciones alcanzadas.
La Aviación había realizado el mayor esfuerzo conocido en
la guerra de África. Todas las tripulaciones, sin momento de descanso, habían
permanecido en el aire combatiendo desde el amanecer hasta la noche. En una
sola jornada las ocho escuadrillas efectuaron una media de seis bombardeos por
avión. Por la tarde regresaron al aeropuerto de Tauima.
Frases del parte oficial: «Nuestros pilotos, Observadores
y Bombarderos volaron constantemente sobre el enemigo, ametrallándole y
haciendo lo necesario para asegurar la mayor eficacia».
Al día siguiente, 11 de mayo, a las seis de la mañana,
los tres grupos de escuadrillas emprendieron nuevamente el ataque. Se manifestó
evidente el castigo sufrido por el enemigo el día anterior; sus contingentes
fueron reducidos y se observó muy poco tránsito por caminos y poblados. Los
aviones batían los nuevos objetivos designados. Con escasa resistencia se
consiguió hacer llegar el convoy a Sidi Mesaud.
Para asegurar el frente, se establecieron nuevas posiciones que impidieran la entrada del
enemigo en las líneas ocupadas, siguiendo la Aviación con la misma tónica, el
día 12. El diario de operaciones decía escuetamente: «Los Grupos de
Escuadrillas, a partir de las 6 horas 30 minutos de la mañana, han
cumplimentado las órdenes recibidas relativas a las operaciones en los sectores
de Sidi Mesaud e Issen Lassen»
Este mismo día el general Sanjurjo, a bordo del avión
pilotado por el capitán Carrillo, escoltado por el que pilotaba el capitán
Eugenio Frutos, con pasajero capitán ayudante Pablo Martín Alonso, efectuó un
reconocimiento del frente enemigo y posiciones de vanguardia. En la zona de
vanguardia se estableció la calma, pero no paraban las escuadrillas, que
continuaban su servicio de ataque diario. Los partes de operaciones durante
todo el mes de mayo eran análogos al del día doce. Los aviones no eran sólo un
arma, sino un medio insustituible de información; las diversas misiones que
desempeñaban en la guerra no les permitían un día de sosiego.
En la Orden General del Ejército se citó como distinguido
al personal navegante que se relaciona a continuación:
Personal no afecto a escuadrillas. Jefe de las Fuerzas
Aéreas de África:
Teniente coronel D. Alfonso Bayo Lucía.
Observadores: General
D. Ricardo Álvarez. Coronel D. Miguel Núñez del Prado. Teniente coronel
D. Abilio Barbero. Teniente coronel D. Miguel Campins. Teniente coronel D. Luis
Cuartero. Comandante D. Miguel Ferrándiz. Comandante D. Társilo Ugarte
Personal grupo hidroaviones del Atalayón. Jefe de Grupo:
Capitán observador D. Alejandro Más de Gaminde. Capitán piloto D. Rafael Botana
Salgado. Capitán piloto D. Ramón
Franco. Teniente piloto D. Niceto Rubio García. Teniente piloto D. Fernando
Villalba. Alférez piloto D. Vicente Vallés. Suboficial piloto D. Nicolás
Ragosín. Soldado piloto Joaquín Gou. Capitán observador D. José Pouso. Teniente
observador D. Antonio Llop Lamarca. Teniente observador D. José Melendreras.
Alférez observador D. José María Saralegui.
Tercer grupo «Havilland». Jefe de Grupo: Capitán piloto
D. José Carrillo. Teniente observador D. Ángel Orduna
Primera Escuadrilla. Jefe Escuadrilla: Capitán piloto D.
Alfonso de Borbón. Capitán piloto D. Alejandro Arias Salgado. Capitán piloto D.
Alfonso Gaona. Teniente piloto D. Antonio Martín Luna. Teniente piloto D. Luis
Navarro Garnica. Alférez piloto D. Francisco Coterillo. Suboficial piloto D.
Pío Rodríguez. Capitán observador D. Carlos Pastor. Teniente observador D.
Alfonso Carrillo. Sargento bombardero D. Maximiliano Pardo. Sargento bombardero
D. Joaquín Rubio. Sargento bombardero D. Ricardo Almoguera
Segunda Escuadrilla. Jefe Escuadrilla: Capitán piloto D.
Ricardo Bellod. Capitán piloto D. Antonio Camacho. Capitán piloto D. José Castro de Garnica. Capitán piloto
D. Jacobo de Armijo. Teniente piloto D. José Bermúdez. Teniente piloto D.
Carlos Taboada. Suboficial piloto D. José María Valle. Sargento piloto D.
Manuel Gayosa. Capitán observador D. Félix Bermúdez. Teniente observador D.
Fernando Bencito. Sargento bombardero D. Pedro Mansilla. Sargento bombardero D.
Victoriano de Grado
Cuarto grupo «Bristol». Jefe de Grupo: Comandante
observador D. Luis Rueda Ledesma
Primera Escuadrilla. Jefe Escuadrilla: Capitán piloto: D.
Juan Ortiz. Capitán piloto D. Arturo
González Gil. Teniente piloto. Teniente piloto D. José Lacalle. Teniente piloto
D. Ernesto Gómez de Arce. Teniente piloto D. Eusebio Paredes. Suboficial piloto
D. Eloy Valentín Fernández. Teniente observador D. Luis Maestre. Teniente
observador D. Armando Flores. Sargento bombardero D. Severiano Morenza. Cabo
bombardero Juan de Dios Aguallo
Segunda Escuadrilla. Jefe Escuadrilla: Capitán piloto D.
José Gómez Pantoja. Capitán piloto D. Francisco Vives. Teniente piloto D.
Manuel Martínez Merino. Teniente piloto D. Guillermo Gamir. Teniente piloto D.
José Díaz Guardamino. Alférez piloto D. Fausto Iglesias. Capitán observador D.
Ramón Ochando. Capitán observador D. Román Rodríguez Arango. Teniente
observador D. José Pérez Herce. Sargento bombardero D. Rufino Núñez. Cabo
bombardero Manuel Gutiérrez
Tercera Escuadrilla «NAPIER». Jefe Escuadrilla: Capitán
piloto D. Antonio Ferreiro. Capitán piloto D. José Rodríguez y Díaz de Lecea.
Teniente piloto D. Virgilio Sbarbi. Teniente piloto D. Antonio Muñaiz. Teniente
piloto D. Alejandro Gómez Spencer. Capitán observador D. Juan Sanz Prieto.
Capitán observador D. José Páramo.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo VII (1ª parte)
… El combate del sábado 16… Quien no haya estado nunca en
el lugar, se podrá imaginar algo sobre lo abrupto del terreno, pero jamás podrá
hacerse una idea de lo verdaderamente difícil que tuvo que resultar moverse por
aquellos parajes inhóspitos, llenos de barrancadas, caminos intransitables,
siendo secos, con lluvia, inaccesibles tanto para personas, bestias de carga o
vehículos de motor, máxime cuando el hostigamiento a nuestras fuerzas se
realizaba con artillería pesada capturada a los españoles en 1921. Dificilísimo
tuvo que ser para nuestras tropas el poder desenvolverse por aquellos parajes.
Quizás Abdelkrim, esperaba encontrarse en aquellas
latitudes el ambiente tórrido de Annual y posiblemente repetir la hazaña de
Igueriben, para lo cual emplearon las mismas tácticas: Cuevas, zanjas, pozos de
tirador. Pronto las fuerzas españolas se acostumbraron a aquel terreno, que
estamos seguros de que los miembros de la Asociación de Estudios Melillenses y
los nativos del lugar hemos sido los únicos en volver a pisar desde aquellos
cruentos combates y que posiblemente no vuelvan a ser hollados por ningún otro
colectivo en mucho tiempo.
Con las primeras claras del domingo día 17, se pusieron
simultáneamente en marcha desde sus vivac las tres columnas, avanzando en el
más perfecto orden, y con movimientos también combinados, que, barriendo
materialmente al numeroso enemigo que en vano trataba de impedir el movimiento
de nuestras tropas, bien pronto consiguió liberar la posición de Tifisuin la
columna de la izquierda, mientras la de la derecha alcanzaba Afrau. El impulso
de ambas columnas, fue apoyado con la intrepidez ya famosa y de todos conocida,
de las Banderas de la Legión que iban en la columna del centro, y que quedaron
dueños de todos los poblados de Tifisuin en combinación con los Regulares de la
columna de la izquierda.
En estos combates destacó de forma brillante, con el
arrojo que le era habitual, el capitán del Tercio, Juan San Miguel Rasilla que
al frente de sus legionarios de la 11 Compañía, atacó con valentía las
trincheras enemigas cayendo gravemente herido.
Había recibido la orden de atacar y posesionarse de varios puntos
estratégicos y peligrosos de varios barrancos, en los que el enemigo,
atrincherado, había rechazado anteriormente varios ataques. Arengando a su compañía,
y al grito de ¡Al asalto! ¡Legionarios, viva la muerte! Se lanzó al frente de
ella, consiguiendo con su esfuerzo, energía y sereno valor, que el enemigo
retrocediera, alcanzando, no obstante haber sido gravemente herido, el objetivo
señalado y arrojando a los rifeños de sus posiciones en impetuosa carga al arma
blanca. Evacuado urgentemente a Dar Quebdani, murió horas más tarde.
Por fin, este mismo día, domingo 17 de agosto, se rompió
el cerco y se consiguió ahuyentar al enemigo de las alturas inmediatas a las
posiciones de Afrau y Tifisuín, consiguiendo la entrada a las fuerzas
libertadoras y convoy. El general Sanjurjo con su Cuartel General se situó en
la importante posición de Farha, ya que el enemigo estaba a retaguardia entre
las posiciones de Afrau y Tifisuín, extendiéndose hasta el morabo de Sidi
Hosani, situado en la orilla izquierda del arroyo Tifisuín y próximo a la costa.
El avance de las tropas fue auxiliado muy eficazmente por la Aviación, la
Artillería de acompañamiento, la de las posiciones, el grupo de obuses de 155,
establecido en Kadia, y los cañones de los buques de guerra. En la noche del
sábado se vivaqueó cerca de Tifaruín, para el asalto final, que se esperaba
hacer al día siguiente. Este campamento fue abastecido por mar, desembarcando
tropas y convoyes en las proximidades de la Casa de Sidi Asiel.
Nada más despejarse el camino y entrar el convoy en Afrau
y Tifisuín, marchó el general Sanjurjo y su Cuartel General desde Farha a
Afrau, siéndole aconsejado que no lo hiciera por el peligroso y «normal»
paqueo. El general y sus acompañantes después de estudiar sobre el terreno lo
que debía hacerse, embarcaron al atardecer en el “España 5”, trasladándose a
Melilla, a la que llegaron a media noche. El vapor “España 5”, también se
encargó de abastecer de víveres, agua y municiones a la columna de la derecha.
Para el transporte desde el buque a la playa, se utilizaron algunos faluchos de
la Compañía de Mar y botes de motor de los buques de guerra. De igual modo
operó en este día el vapor “Alerta”. Durante la noche del sábado, el “España
5”, que llevaba a bordo cien camas y el necesario personal sanitario, con el
capitán médico Luis Alonso, recogió a bordo algunos heridos de la columna de la
derecha. Después se trasladó a Afrau para como hemos relatado anteriormente
recoger al Comandante General de Melilla José Sanjurjo.
Otros heridos de la expresada columna, fueron evacuados
en artolas, por la pista carretera que aquella había seguido y depositados en
camiones del Centro Electrotécnico que los trasladó a Dar Quebdani. Los
camiones llegaron a este campamento después de las doce de la noche.
Con objeto de atender debidamente a los heridos e
intervenir quirúrgicamente a los más graves se instaló en Dar Quebdani un
hospital móvil, bajo la dirección del comandante Fernández Lozano. También para
evacuar heridos organizáronse en Tistutin trenes hospitales, uno de los cuales
llegó a Melilla a las once de la noche del domingo.
En su retirada, el enemigo dejó crecida cantidad de
cadáveres con armamento, teniendo por parte del Ejército 113 bajas, de ellas
más de 15 muertos. Después de la alegría por haber liberado Afrau y Tifisuín,
se retornaba a la triste realidad de enterrar a los caídos en los combates. El
lunes 18 de agosto recibían sepultura, en el cementerio de la Purísima
Concepción de Melilla, los cadáveres del capitán del Tercio Juan San Miguel,
teniente de la misma Unidad José Nogueras, alféreces del Regimiento de San Fernando,
Julio Albandoz y del Regimiento de Melilla, Juan Moráguez y sargento de
Regulares de Melilla, Hermógenes Toral Díaz.
Es de destacar la conducta del soldado del Regimiento de
Melilla, de guarnición en Afrau, Policarpo Fernández Mendiola, que en medio de
la hostilidad del enemigo y del asedio a la posición, salió varias veces de
ésta y logró coger una vaca que había sido muerta por el enemigo en las
inmediaciones de la posición, de la que se había escapado, y varias veces se
entretuvo, bajo el fuego, cortando carne para la alimentación de sus
compañeros; hecho que fue recompensado por el Comandante General, quien dispuso
se le entregara por lo pronto una buena gratificación.
Destacar también la labor de la segunda compañía del
primer grupo de Zapadores de la Comandancia de Ingenieros, que formando parte
de la columna de la derecha fueron los que construyeron, en pocas horas, dos
desembarcaderos para el aprovisionamiento de las tropas y evacuación de heridos
de la columna, y otras tantas pistas que facilitaron el acceso a las mismas.
Asimismo la compañía de aguadas, no bien llegó a las posiciones cercadas, se
dedicó con gran actividad a la apertura de pozos, reparando los desperfectos
causados por los rebeldes en las distintas aguadas. Se comprobó que el número
de muertos de la harka rebelde pasó del centenar, alcanzando el de los heridos
la cifra de 430. Para reforzar este frente de combate comprendido entre las
posiciones de Tifaruín y Afrau, se construyeron numerosos blocaos que fueron
bautizados con los nombres de éstos oficiales muertos.
En el centenario del asedio a “Tifaruín, El Annual… que
se evitó”
Capítulo VIII (1ª parte)
… Al mismo tiempo se dieron órdenes a los caídes de las
cábilas sometidas de que organizaran harkas auxiliares para acudir al lugar de
la lucha.
Cuando clareaba el día, las columnas, reanudaron su
avance, batiendo al enemigo, arrollándolo y destruyéndolo. La aviación que
salió de la base de Tauima cooperó con sus bombardeos y reconocimientos sobre
todo en el frente de combate en la zona de Afrau. Con pequeñas escaramuzas y
tiros aislados pudieron, al mediodía, entrar los convoyes en Farha y Sidi
Mesaud. En la enfermería de Dar Quebdani se instaló el miércoles un equipo
quirúrgico mandado por el capitán médico Fernández Lozano, teniente médico Sr.
Atienza y dos religiosas de la congregación de San Vicente de Paúl (Hermanas de
la Caridad). El martes 5 de mayo se recrudecen las agresiones de tal modo que
impiden el paso del convoy a las posiciones de Sidi Mesaud y Farha, causando
algunas bajas. En la madrugada del miércoles comunican desde las posiciones
avanzadas del sector de Dar Quebdani que grupos rebeldes se estaban situando a
retaguardia de las mismas, interrumpiendo la pista llamada de Sidi-Mohatar
(Kadia), que desde Dar Quebdani sube a las posiciones elevadas de Sidi Mesaud y
Farha y que hostilizaron nuevamente al pequeño convoy que salía de ésta última
posición con destino a Tifaruin, y que también les causaron bajas, y no pudo
llegar a su destino. Al tenerse conocimiento de lo que ocurría, y ante la
gravedad de los hechos, el general Sanjurjo dio con urgencia órdenes de que se
organizasen tres columnas para castigar al enemigo y desalojarlo de las
posiciones que había ocupado.
El general Sanjurjo con su Jefe de Estado Mayor coronel
José Sánchez Ocaña se trasladó urgentemente al campamento de Dar Quebdani,
saliendo de Melilla a las cuatro de la tarde en unión del representante del
Gran Visir, Abdelkader.
Nada más llegar a Dar Quebdani tomó el mando directo de
las tres columnas que previamente se habían organizados y que mandaba el
coronel Juan Micheo, la de la derecha, el teniente coronel Abriat la del centro
y el teniente coronel Sebastián Pozas la de la izquierda. La primera marchó por
la pista que conduce a Timayast; la del centro tomó por directriz la pista que
desde Sidi-Mohatar que dirige a Sidi Mesaud y la tercera ascendió por la pista
que va directamente a Farha.
Otra pequeña columna, integrada por dos banderas del
Tercio, al mando del teniente coronel Balmes, y que salió del campamento de Ben
Tieb, en marcha rápida, fue a situarse entre Timayast y la costa. La situación
fue restablecida con gran rapidez por el acierto del Mando y la movilidad de
las tropas, castigándose ejemplarmente alguna que otra traición a los
disidentes de Beni Said. En estos combates resultaron heridos el comandante
Asensio (balazo en el pecho), los tenientes Luis de Roa (murió el día 9) y Royo
Villanueva y sargentos Florencio Redondo (falleció el día 7) y Pablo Martínez
de la Hoz, los cuatro pertenecientes al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de
Melilla nº 2, teniente del Regimiento de Infantería San Fernando nº 11, Eugenio
Herrero Zorrilla, y los soldados del mismo regimiento Antonio Bedoya Garrido y
José Savia Moyá. Todos (menos el comandante Asensio y el teniente Luis de Roa
que quedaron encamado en la enfermería
de Dar Quebdani), fueron trasladados al hospital militar Docker de Melilla.
El 7 de mayo, a las cinco de la tarde, se verificó el sepelio del cadáver del
teniente Eugenio Herrero Zorrilla, de los soldados Antonio Bedoya Garrido y
José Savia Moyá. Los actos fúnebres fueron presididos por Jefes y Oficiales de
los dos Cuerpos.
El día 8 regresó al campamento de Dar Quebdani la columna
que había quedado acampada en las posiciones de Farha y Sidi Mesaud.
El teniente Luis de Roa, que como hemos dicho
anteriormente fue herido el día 6 en las proximidades de la posición de Isummar
(Beni Said), murió a las trece horas del sábado día 9 en la enfermería de Dar
Quebdani.
El finado, a pesar de su breve vida militar, había sido
herido dos veces en el campo de batalla. La conducción del cadáver fue una
verdadera manifestación de duelo, a la que se sumaron las representaciones de
todas las clases sociales.
El féretro, envuelto en la bandera nacional, iba
conducido en soberbia carroza, de la empresa de la “Siempreviva”, de la que
pendían numerosas coronas enviadas por los familiares, compañeros y amigos.
El domingo a las once de la mañana fue enterrado en el
cementerio de Melilla, presidiendo el fúnebre acto el Comandante General, José
Sanjurjo, los generales García Aldave y Fernández Pérez, jefe de Estado Mayor,
coronel Pardo, jefe del grupo de Regulares de Melilla teniente coronel Pozas,
coronel don Antonio Cisneros, comandante señor Villalonge y don Julio Pieri.